El rey de los carpinteros
Escuchar un fuerte tamborileo en el bosque primaveral de la Cordillera Cantábrica occidental seguido de un potente canto que parece como un pitido seguido de una especie de metralleta es como escuchar el latido del propio hayedo o robledal, viejo, misterioso y lleno de vida.
Es el pájaro carpintero más grande de Europa, señor de los bosques mejor conservados de las cordilleras cantábrica y pirenaica. Un señor de los bosques que va de luto con un llamativo y bellísimo capirote rojo que contrasta y da belleza a esa cabeza de prominente nuca y largo y fortísimo pico, destrozador de cortezas bajo las cuales viven los insectos xilófagos de los que se alimenta.
Macho y hembra se distinguen por la extensión de ese capirote rojo, en la hembra se reduce sólo a la nuca. Ambos son muy territoriales y dejan oír su potente canto y sus tamborileos a gran distancia.
Como todos los pícidos, utilizan las fuertes y duras plumas de la cola para apoyarse al trepar por los troncos con sus fuertes dedos y uñas, dos hacia delante y dos hacia atrás. Su presencia es tan interesante como la del mismo oso, como la de los duendes del bosque o casi casi como el mismísimo urogallo. Cuando vemos un pito negro podemos estar seguros de pisar un bosque bien conservado, con árboles viejos, de gruesos troncos y muchas oquedades y ramas podridas donde ellos buscarán las larvas de los insectos que viven y se alimentan en la madera muerta.
Como el resto de sus parientes, tiene una lengua muy larga, enrollada en una especie de estuche o funda que le recorre el cráneo por encima del ojo, y que saca para buscar y atrapar a las larvas en los agujeros de los troncos podridos que va encontrando por el bosque.
Actividades tan sencillas y gratificantes como ir mostrando a un niño-a los indicios de los pájaros carpinteros durante un interesante paseo por el bosque pueden ser muy instructivas. Las señales en los troncos son muy evidentes, otras veces utilizan grietas o agujeros en las cortezas para meter una bellota y poder después picotearla para comerla (los llamados talleres de los pájaros carpinteros).
Los cantos de los pícidos son muy llamativos, distintos y fáciles de aprender e identificar. También se pasan buenos ratos probando juntos a adivinar cuál es el ave que emite uno u otro canto en el bosque.
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