Rebecos, señores del roquedo


 En la península ibérica, sólo tenemos rebecos en las montañas de la Cordillera Cantábrica y en los Pirineos. Al igual que otras especies, tales como el urogallo o el pito negro. Desde niño siempre se me dijo que los rebecos eran los señores de las cumbres, de los roquedos, maestros de correr por crestas rocosas equiparables sólo a la cabra montés. Sin embargo, el rebeco en la Cordillera Cantábrica comparte hábitat boscoso también con el corzo. Así, la primera vez que los vi por el gran robledal de Muniellos cuando era un adolescente, me sorprendió.


Se consideran las poblaciones pirenaicas y cantábricas como dos subespecies, la cantábrica es la Rupicapra pyrenaica parva y la pirenaica es la Rupicapra pyrenaica pyrenaica, siendo ésta un poco más grande y ligeramente de más peso que la cantábrica. 

De 30 a 35 kg de peso, los rebecos cantábricos son de la familia de los bóvidos, por lo tanto, con grandes diferencias con los corzos, de la familia de los cérvidos, ya que ambos comparten muchas veces los mismos ecosistemas  y son muchas las personas que, de lejos o sin prismáticos, confunden ambas especies.


Los rebecos tienen unas pezuñas, como la cabra montés, perfectamente adaptadas a progresar por las rocas, por las verticalidades de los peñascos, como si tuviera una superficie relativamente amoldable a las afractuosidades de la roca y que dejan unas huellas muy particulares, con todo el borde más hundido que el resto de la pezuña. 

Tanto machos como hembras tienen cuernos, como buenos bóvidos que son, a diferencia de los cérvidos en los que sólo los tienen los machos. Nunca les caen si no que van creciendo ligeramente año tras año.


Por lo tanto, machos y hembras son muy parecidos. Normalmente podemos ver grupos de hembras con crías y los machos solitarios. Éstos son un poco más oscuros que aquellas, sobre todo en otoño e invierno, pues mudan el pelo y en verano son de tonos más claros. Presentan una línea oscura entre la oreja, pasando por el ojo hacia el hocico.


Cuando me topé con estos rebecos por una zona de peñascos del valle del Coto, en el parque natural de Fuentes del Narcea, el rebeco vigía emitió un característico silbido nasal para avisar a sus congéneres de que algún peligro se acercaba. El corzo ladra y el rebeco silba. Era primavera, con los rebecos recién nacidos en la primera semana de abril y que parecían casi tan ágiles como sus madres, siempre alerta. Los jóvenes rebecos pueden ser presa del águila real o del lobo, si no están cerca de las peñas a donde puedan trepar ágilmente.


Vigía de las alturas, los rebecos siempre están atentos. Mucho más activos casi a cualquier hora del día que los cérvidos, habrán de estar atentos los peligros del monte, incluso alguna osa ha podido dar caza en alguna ocasión a un rebeco para alimentar a sus oseznos, como pasó en Junio en la zona de Leitariegos. 

En noviembre entran en celo, como la cabra montés, y los machos se persiguen en acrobáticas y graciosas carreras por las pendientes laderas del parque natural de Fuentes del Narcea, Degaña e Ibias. Aquí, su población estuvo a punto de extinguirse en la década de los 80. Hoy van recuperando sus poblaciones por todo este sector occidental de la Cordillera Cantábrica y sus estribaciones.


Madre y cría rumiando al calor del sol


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