El Picatuero

 El  Picatuero


En el medio rural asturiano, a los pájaros carpinteros se les llama "picatueros" de forma general, es decir, que pican los "tueros", los troncos. Y entre todas las especies que se pueden ver en los bosques de la Cordillera Cantábrica occidental, tales como el picapinos, el pito real o el pito negro, el primero es el más frecuente y el más conocido, pese a que el pito real frecuenta más los espacios de bosques abiertos y campiñas con árboles y setos.

En cuanto el fotoperiodo empieza a imprimir en la naturaleza la fuerza que conlleva el aumento de las horas de luz frente a las horas nocturnas, empezamos a escuchar el resonar entre los troncos del bosque del tamborileo de los pícidos, de ese grupo de aves que golpetean los troncos a gran velocidad, unas 20 veces por segundo, para reclamar sus territorios. Sonido de inicio de la primavera, del buen tiempo, de los amores de los seres del bosque. Y a esos golpeteos siguen los cantos tan llamativos y característicos de cada especie, que los hace fácilmente identificables a poco que prestemos silencio y audición hacia todos los sonidos que el bosque ofrece.


Durante las primeras horas de la mañana, el picapinos recorre minuciosamente los postes agrietados de madera gris de castaño que separan los prados y fincas. En ellos busca orugas y hormigas y con gran maestría, va llenando el pico de ellas sin que se le caigan las primeras, tras lo cual vuela raudo al nido. Al llegar, emite un característico y corto reclamo para que salga el otro progenitor que está en el interior del nido, tras lo cual, entra a cebar el esforzado pájaro del bosque.



Otras veces, golpetean en los troncos podridos, ahuecados, donde se ocultan los gusanos de la madera, los insectos xilófagos. Una vez encuentran la galería donde están, agujerean un poco más y los capturan sacando su larga y pegajosa lengua, que tiene una especie de ganchitos en su punta. Una lengua muy larga que no le coje en la boca y la tiene casi enrollada hacia la parte superior del cráneo en un estuche especial hasta encima del ojo. De ese modo, capturan muchos insectos en la madera muerta de nuestros bosques.



Para trepar con gran agilidad por los troncos tienen unas patas fuertes con dos dedos hacia delante y dos hacia atrás, algo poco frecuente en el mundo de las aves, pues suelen tener tres dedos hacia delante y uno hacia atrás. Además, se apoyan en las duras plumas de la cola, diseñadas para tal fin.



La cabeza del picapinos es una verdadera obra de arte de la evolución. Con unas fosas nasales y un ojo adaptado para la gran velocidad y fuerza en los golpes al tronco, con una cabeza que se mueve con la velocidad de una bala!. Una estructura ósea del cráneo y las articulaciones del cuello específica para este trabajo en maderas tan duras como las de un roble, como el de la foto. Con la fuerza del pico excava un agujero en forma de bolsa hacia abajo en los troncos, con gran maestría para calcular las proporciones y geometría.


También se alimentan de frutos secos, como las avellanas, bellotas y nueces. Para ayudarse usan lo que llamamos "los talleres de los pájaros carpinteros"; como no tienen garras para sujetar los frutos, los meten con gran maestría en unos huecos apropiados en las grietas de los troncos para poder así golpearlos, abrirlos y acceder a su contenido. Por ello, si nos vamos fijando en nuestro paseo por el bosque, quizá podamos ver un trozo de una avellana o de una bellota en la grieta de la corteza de un roble.


El pico picapinos (Dendrocopos major) tiene un plumaje llamativo, con la base inferior de la cola y vientre rojizo intenso, así como el macho en la nuca, que la tiene con una llamativa mancha roja.
El vuelo, como en los otros pícidos, es ondulado. Tanto macho como hembra cuidan y ceban a los polluelos, con un intervalo entre cebas de unos 10-12 minutos aproximadamente en el mes de mayo y principios de junio. Son residentes todo el año en estos bosques asturianos. 

Macho de picapinos



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