Viviendo la naturaleza desde niños
Chema y Jose Manuel de ruta naturalista hacia la Sierra del Pando 1.980
Hay muchos estudiosos de la conducta humana que mantienen que la vida de cada uno se hace en los diez primeros años, cuando eres niño-a. Las vivencias, sentimientos y emociones irán forjando la personalidad de cada cual. En mi caso y el de mis amigos de infancia fue crecen en íntimo contacto con la naturaleza, en los valles que rodean Cangas del Narcea, en el desconocido suroccidente de Asturias.Los niños forman su visión del mundo de una manera
completamente diferente a los adultos. Necesitan que el tipo de entorno y los
estímulos se correspondan con sus fases de desarrollo, intereses, habilidades y
modos personales de aprendizaje. Porque los niños son aprendices activos,
investigadores. Y, cómo no, teniendo el estímulo de los programas de "El
Hombre y la Tierra", los Cuadernos de Campo de Félix y otras
publicaciones, nuestro mayor interés era "Compartir Naturaleza" entre
amigos explorando nuestro entorno natural a la búsqueda y estudio de esos
animales que veíamos en la televisión, o los rastros e indicios que veíamos en
aquellos cuadernos de Félix que aún conservo desde entonces.
Tanto en la infancia como en la tierna adolescencia, donde
se da gran importancia al grupo y a las relaciones sociales, el poder compartir
naturaleza y vivencias en el campo "entre iguales" es una formación
inolvidable. Nada tiene que ver si te acompaña tu padre u otros adultos. Con
otros niños tienes que ser más creativo para resolver pequeños problemas,
divertirse o solucionar cómo investigar o descubrir un nido de pájaro, una
madriguera de zorro o unas huellas de mamífero en el sendero. Aprendemos más y
mejor cuando tenemos la posibilidad de interactuar y adquirir conocimientos
llevados por la curiosidad, los juegos la lógica y la exploración.
“Los niños tienen sus propios modos de ver, pensar y sentir
y no hay nada más loco que intentar sustituir los suyos por los nuestros”,
escribió Jean Jacques Rousseau en el siglo XVIII. Félix Rodríguez de la Fuente
decía que los niños debíamos escuchar a nuestros mayores pero también intentar
certificar y corroborar si era cierto lo que nos transmitían "que es
nuestra obligación como niños, decía". Y tanto!! Cuantas veces se nos decía
que era bueno quemar el monte, o que los lobos eran malos y sanguinarios...
Necesitábamos comprobarlo, experimentando, investigando.
El psicólogo de la Universidad de Harvard Howard Gardner
afirma que la autoeducación al aire libre produce “conocimiento conectado” que
forma parte de la vida. En relación con la educación ambiental, ésta sólo puede
tener lugar en entornos naturales informales, donde los niños tengan la
posibilidad de aventurarse y realizar sus propios hallazgos sin intermediarios,
y, como en nuestro caso, sin la supervisión de adultos.
Los niños conservan una tendencia biológica, instintiva, a
establecer un vínculo con el mundo natural, donde encuentran una serie de
cualidades únicas y que no se hallan en otros entornos. Según Randy White,
experto en aprendizaje en entornos naturales, estas cualidades son: una
diversidad sin fin; una realidad que no ha sido creada por el ser humano; la
sensación de atemporalidad; y ser el hogar de los animales libres. Para
nosotros comenzó a ser el hogar de los osos, que estaban desapareciendo, y de
los lobos, que aunque no eran escasos, eran misteriosos y muy difíciles de ver.
Así que todo eso desembocó en convertirnos en apasionados de
la Educación Ambiental, y con 15 años comenzamos a recorrer los colegios del
suroccidente asturiano para hablar a los niños, nuestros vecinos, sobre la
importancia de conservar los bosques, la biología de osos y lobos y los
desastres de los incendios forestales. Como podíamos, sin recursos. Íbamos en bici
a algunos colegios, siempre recordaré, por ejemplo, al de Cibea, a 17 km de
Cangas y cuesta arriba!.
El concepto biofilia fue utilizado por primera vez por el
psicólogo Erich Fromm para describir la atracción hacia todo aquello que está
vivo, en nuestro caso, a los grandes bosques e imponentes montañas de la
Cordillera Cantábrica donde vivían osos, lobos y urogallos. Pero también lo
pequeño, lo que muere con los incendios, los insectos, los pájaros que ponen el
nido en el suelo, los reptiles...
Como lo habíamos vivido desde niños, Compartiendo
Naturaleza, nos resultaba muy fácil transmitir el amor por lo vivo a los demás
niños, resaltando la importancia de la conservación de nuestro propio entorno,
lugar de recreo, de aventuras y de conexión con la tierra. Aquellos niños quizá
eran nietos de alguna persona que quemaba el monte, que ponía veneno y trampas
o que cazaba furtivamente, así que teníamos que esforzarnos en hacerles oyentes
activos que corroboraran si era aceptable que se siguieran matando osos, urogallos
y quemando los montes.
Durante décadas, en contacto también a partir del 86 con el Fapas y, especialmente, con Alfonso, seguimos intensamente con actividades de educación y sensibilización ambiental en el occidente asturiano, en el seno de la Asociación GECA. Charlas en colegios, salidas al bosque con niños, plantaciones populares de árboles, creación de un vivero forestal de especies autóctonas didáctico y que nos surtía de arbolillos para plantar con niños y adultos, exposiciones, conferencias, programas de radio y un sin fin de actividades para mostrar a otros niños y jóvenes lo que nosotros habíamos vivido desde niños. La importancia de conectar con el entorno natural, de respetar las flores, los insectos, los sapos y ranas, los bosques en su conjunto como la casa que era de osos y urogallos.
Hoy mucho ha cambiado. Quizá se sale más a la naturaleza en
familia que antes, no lo se, pues lejos queda ya cuando los niños salíamos
solos por los entornos de los pueblos a explorar, sin teléfonos móviles, sin el
control de los padres. Mucho ha cambiado también el concepto de Educación
Ambiental, quizá más dirigida a problemas globales como el calentamiento del
planeta, las energías renovables, la gestión de los residuos, quedando lejos
también el simple amor a una mariposa o el silencio para poder escuchar un
grillo. Creo que es más importante enseñar a amar que proponer salvar el
planeta, pues sólo se protege lo que se ama y conoce.
En las escuelas existen actualmente planes de educación
ambiental, pero tienen poco que ver con la formación de la biofilia. Están
diseñados desde una perspectiva adulta. Adolecen de exceso de abstracción y
proporcionan informaciones irrelevantes para los pequeños. Apenas tienen en
cuenta que no adquieren la capacidad plena de razonamiento abstracto hasta los
nueve años. No tiene mucho sentido enseñarles las consecuencias de procesos
complejos como la destrucción forestal, la lluvia ácida, el agujero de ozono o
la captura de ballenas. Cuando se pide a los niños que entiendan problemas que
están más allá de sus habilidades cognitivas y de su control, pueden reaccionar
con ansiedad y aversión a esos temas o más bien cierta indiferencia.
Es necesario recuperar ese paseo didáctico donde el niño, el
joven, pueda sorprenderse con el salto de una rana, el ladrido de un corzo, el
vuelo de un águila o intentar observar un saltamontes con una lupa.
Compartiendo Naturaleza, viviendo experiencias en la naturaleza.
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