Viviendo la naturaleza desde niños

 

Chema y Jose Manuel de ruta naturalista hacia la Sierra del Pando 1.980

Hay muchos estudiosos de la conducta humana que mantienen que la vida de cada uno se hace en los diez primeros años, cuando eres niño-a. Las vivencias, sentimientos y emociones irán forjando la personalidad de cada cual. En mi caso y el de mis amigos de infancia fue crecen en íntimo contacto con la naturaleza, en los valles que rodean Cangas del Narcea, en el desconocido suroccidente de Asturias.


Los niños forman su visión del mundo de una manera completamente diferente a los adultos. Necesitan que el tipo de entorno y los estímulos se correspondan con sus fases de desarrollo, intereses, habilidades y modos personales de aprendizaje. Porque los niños son aprendices activos, investigadores. Y, cómo no, teniendo el estímulo de los programas de "El Hombre y la Tierra", los Cuadernos de Campo de Félix y otras publicaciones, nuestro mayor interés era "Compartir Naturaleza" entre amigos explorando nuestro entorno natural a la búsqueda y estudio de esos animales que veíamos en la televisión, o los rastros e indicios que veíamos en aquellos cuadernos de Félix que aún conservo desde entonces.

Haciendo un nido en el monte con huevos de gallina para observar qué pasaba
Construyendo un nido con huevos de gallina para estudiar qué pasaba...


Tanto en la infancia como en la tierna adolescencia, donde se da gran importancia al grupo y a las relaciones sociales, el poder compartir naturaleza y vivencias en el campo "entre iguales" es una formación inolvidable. Nada tiene que ver si te acompaña tu padre u otros adultos. Con otros niños tienes que ser más creativo para resolver pequeños problemas, divertirse o solucionar cómo investigar o descubrir un nido de pájaro, una madriguera de zorro o unas huellas de mamífero en el sendero. Aprendemos más y mejor cuando tenemos la posibilidad de interactuar y adquirir conocimientos llevados por la curiosidad, los juegos la lógica y la exploración.

Chema, fotografiando un valle de Cangas del Narcea, 1.981


“Los niños tienen sus propios modos de ver, pensar y sentir y no hay nada más loco que intentar sustituir los suyos por los nuestros”, escribió Jean Jacques Rousseau en el siglo XVIII. Félix Rodríguez de la Fuente decía que los niños debíamos escuchar a nuestros mayores pero también intentar certificar y corroborar si era cierto lo que nos transmitían "que es nuestra obligación como niños, decía". Y tanto!! Cuantas veces se nos decía que era bueno quemar el monte, o que los lobos eran malos y sanguinarios... Necesitábamos comprobarlo, experimentando, investigando.

 Recuerdo siempre cuando con 10-12 años mi amigo Pedro me llamaba desde debajo de casa, preguntándome si salíamos a "investigar" en el bosque. Buscando plumas, egagrópilas de cárabo o a apostarnos en un árbol frente a una madriguera de zorro que conocíamos y  que estaba a sólo 15 minutos de casa. Y así, en compañía de los amigos, con reprimendas paternas muchas veces por estar tantas hora en el monte en lugar de estar estudiando, íbamos pasando la juventud y adolescencia.


Cuadernos que íbamos rellenando con nuestras notas de campo a principios de los 80.

El psicólogo de la Universidad de Harvard Howard Gardner afirma que la autoeducación al aire libre produce “conocimiento conectado” que forma parte de la vida. En relación con la educación ambiental, ésta sólo puede tener lugar en entornos naturales informales, donde los niños tengan la posibilidad de aventurarse y realizar sus propios hallazgos sin intermediarios, y, como en nuestro caso, sin la supervisión de adultos.

 Vivir la infancia realmente conectados con el entorno es una maravilla. Sorprendiéndose con el canto primaveral del petirrojo, observando las cajas nido que nosotros mismos construíamos con las tablas que podíamos conseguir y el martillo y puntas que cogíamos a nuestros padres en la bodega, o aquellas cajas de la fruta vacías que utilizábamos como comederos y que rellenábamos (sin decir nada a los padres) con la comida que había para las gallinas. Programando excursiones y luego las primeras acampadas, mirando mapas, era todo una experiencia que aún es inolvidable.


Explorando las montañas de Genestoso. Invierno 1985

Los niños conservan una tendencia biológica, instintiva, a establecer un vínculo con el mundo natural, donde encuentran una serie de cualidades únicas y que no se hallan en otros entornos. Según Randy White, experto en aprendizaje en entornos naturales, estas cualidades son: una diversidad sin fin; una realidad que no ha sido creada por el ser humano; la sensación de atemporalidad; y ser el hogar de los animales libres. Para nosotros comenzó a ser el hogar de los osos, que estaban desapareciendo, y de los lobos, que aunque no eran escasos, eran misteriosos y muy difíciles de ver.

Así que todo eso desembocó en convertirnos en apasionados de la Educación Ambiental, y con 15 años comenzamos a recorrer los colegios del suroccidente asturiano para hablar a los niños, nuestros vecinos, sobre la importancia de conservar los bosques, la biología de osos y lobos y los desastres de los incendios forestales. Como podíamos, sin recursos. Íbamos en bici a algunos colegios, siempre recordaré, por ejemplo, al de Cibea, a 17 km de Cangas y cuesta arriba!.

Con mis amigos del GECA en una charla en el colegio de Somiedo, 1.986

El concepto biofilia fue utilizado por primera vez por el psicólogo Erich Fromm para describir la atracción hacia todo aquello que está vivo, en nuestro caso, a los grandes bosques e imponentes montañas de la Cordillera Cantábrica donde vivían osos, lobos y urogallos. Pero también lo pequeño, lo que muere con los incendios, los insectos, los pájaros que ponen el nido en el suelo, los reptiles...

Como lo habíamos vivido desde niños, Compartiendo Naturaleza, nos resultaba muy fácil transmitir el amor por lo vivo a los demás niños, resaltando la importancia de la conservación de nuestro propio entorno, lugar de recreo, de aventuras y de conexión con la tierra. Aquellos niños quizá eran nietos de alguna persona que quemaba el monte, que ponía veneno y trampas o que cazaba furtivamente, así que teníamos que esforzarnos en hacerles oyentes activos que corroboraran si era aceptable que se siguieran matando osos, urogallos y quemando los montes.


Expedición para conocer Somiedo, antes de que fuera parque natural, en 1986

Durante décadas, en contacto también a partir del 86 con el Fapas y, especialmente, con Alfonso, seguimos intensamente con actividades de educación y sensibilización ambiental en el occidente asturiano, en el seno de la Asociación GECA. Charlas en colegios, salidas al bosque con niños, plantaciones populares de árboles, creación de un vivero forestal de especies autóctonas didáctico y que nos surtía de arbolillos para plantar con niños y adultos, exposiciones, conferencias, programas de radio y un sin fin de actividades para mostrar a otros niños y jóvenes lo que nosotros habíamos vivido desde niños. La importancia de conectar con el entorno natural, de respetar las flores, los insectos, los sapos y ranas, los bosques en su conjunto como la casa que era de osos y urogallos.


Pegatina que editamos y distribuimos cuando íbamos a 7º y 8º EGB

Hoy mucho ha cambiado. Quizá se sale más a la naturaleza en familia que antes, no lo se, pues lejos queda ya cuando los niños salíamos solos por los entornos de los pueblos a explorar, sin teléfonos móviles, sin el control de los padres. Mucho ha cambiado también el concepto de Educación Ambiental, quizá más dirigida a problemas globales como el calentamiento del planeta, las energías renovables, la gestión de los residuos, quedando lejos también el simple amor a una mariposa o el silencio para poder escuchar un grillo. Creo que es más importante enseñar a amar que proponer salvar el planeta, pues sólo se protege lo que se ama y conoce.

En las escuelas existen actualmente planes de educación ambiental, pero tienen poco que ver con la formación de la biofilia. Están diseñados desde una perspectiva adulta. Adolecen de exceso de abstracción y proporcionan informaciones irrelevantes para los pequeños. Apenas tienen en cuenta que no adquieren la capacidad plena de razonamiento abstracto hasta los nueve años. No tiene mucho sentido enseñarles las consecuencias de procesos complejos como la destrucción forestal, la lluvia ácida, el agujero de ozono o la captura de ballenas. Cuando se pide a los niños que entiendan problemas que están más allá de sus habilidades cognitivas y de su control, pueden reaccionar con ansiedad y aversión a esos temas o más bien cierta indiferencia.

Es necesario recuperar ese paseo didáctico donde el niño, el joven, pueda sorprenderse con el salto de una rana, el ladrido de un corzo, el vuelo de un águila o intentar observar un saltamontes con una lupa. Compartiendo Naturaleza, viviendo experiencias en la naturaleza.


Dibujo de la pluma de un cárabo
 

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